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Discurso en ocasión de la puesta de una lápida

19, bulevar Beauséjour donde vivió Albert Lebrun

Discurso de Pierre-Christian Taittinger, alcalde del distrito 16, antiguo ministro

 [...] soldado hasta el momento en que le llaman para tomar un ministerio muy interesante, el ministerio del bloqueo y de las regiones liberadas. Así dan al hombre de organización el cuidado, por una parte, de separar a Alemania de sus vecinos, por el bloqueo, y, por otra parte, de ocuparse, cada vez que se liberan territorios que son devueltos a Francia, territorios en los que los franceses combatieron, de la organización de estos territorios.

La guerra del 14 se termina ; otra señal del destino, había sido elegido diputado fácilmente porque su antecesor en la circunscripción había entrado en el Senado, su antecesor muere y A. Lebrun entra en el Senado. Allí también, señal del destino, puede realizar en el Senado una carrera formidable. Será llamado pronto a la presidencia del Senado y también, nueva señal, cruel, dura, del destino, el presidente de la Répública, Paul Doumer, ese hombre estupendo, que había perdido cuatro hijos durante la guerra, que simbolizaba a Francia en todo lo que tiene de noble, bello y rico entre las persnalidades políticas, es asesinado por un loco, Gorguloff, un día en que sencillamente iba a comprar libros al salón de los ex combatientes, al salón de los escritores que habían participado en la guerra. Es matado; hay que reemplazar de inmediato al presidente de la República porque había sido elegido un año antes, entonces se piensa en Albert lebrun y se le propone la presidencia de la República. Es elegido casi sin competidor, sin dificultad; a Francia, no le gusta quedarse mucho tiempo sin presidente, en tiempos de la Tercera República la elección era menos pasional que ahora, entonces para no quedarse sin presidente de la Repúblcia, es elegido casi sin tener el tiempo de tomar una decisión; es presidente del Senado, es pues el segundo personaje del Estado. Es normal que reemplace al presidente asesinado.

Otra señal del destino, es ahora presidente de la Repúblcia. Y va a ser presidente en una época terrible. No ha entrado en una época fácil; existen sin embargo presidentes de la República antes de él que han conocido días fáciles, días sin dificultades; pero, en 1932, el peligro hitleriano no hace más que progresar, Hitler ganó las elecciones, Hitler es canciller. Empieza una crisis económica muy fuerte, las consecuencias de la crisis del 29 de Estados Unidos recaen sobre Europa, va a ser responsable a los ojos del público pero sin poder, responsable a los ojos de la opinión pero sin autoridad, responsable de ser una especie de soberano a la imagen de la reina de Inglaterra, que debe aceptar la voluntad del Parlamento y que debe aceptar las fantasías del cuerpo electoral. Conocerá el período hasta 1936 y, en el 36, estalla otro drama nacional como muchas veces : Francia decide, cuando todo el mundo siente que la guerra viene, cuando cada uno sabe que Alemania, Italia han firmado un pacto, y que este pacto tiene como objetivo imponer cierta forma de hegemonía de lo que se llama el Eje, en Europa, vamos a encontrarnos con un país que se manifiesta, que comienza por hacer un año de huelgas, por reclamar la diminución del tiempo de trabajo, las fábricas de armamento trabajan veintisiete o veintiocho horas a la semana, mientras que en Alemania trabajan cuarenta y cinco a cincuenta horas. El presidente Lebrun ve esta situación, está abatido; ve por las calles estas comitivas extraordinarias que desfilan, 1937, con una banderola extraordinaria, plaza de la República, de cien metros de largo “El pan, la paz, la libertad”, y los que se manifestan, tres años después, conocerán... la guerra, la ocupación y el racionamiento. Pero lo creen, y el presidente se da cuenta que desgraciadamente no puede hacer nada. Está obligado a desempeñar el papel de las instituciones, llama a Léon Blum como presidente del consejo, llamará después a Daladier, e iremos lentamente hacia lo que va a ser la aventura terrible de 1939-45. Es uno de los primeros que ha entendido que se iba a esta cita, que la guerra era fatal, que Hitler lo haría todo para tener esta guerra, para provocarla, que se apoyaría primero sobre los rusos antes de volverse contra ellos, llegaría a reunir con anexiones lo que llama la gran Alemania. El presidente Lebrun no puede hacer nada, la Constitución no se lo permite, entonces, va a plantearse ante él otro dilema.

1939: su mandato se prolonga. 1939, en el momento en que la guerra se manifesta, en el momento en el que todos los procesos están preparados, en que los alemanes no esperan más que un momento propicio para atacar, el presidente Albert Lebrun se ve en la obligación de volver a presentarse a la presidencia de la República. ¿Que había de hacer en ese momento? Si había querido asegurar su tranquilidad, su seguridad, podía retirarse y decir, he hecho un septenato, he luchado por Francia con los medios que me daba la Constitución, lo dejo y doy a otro esta responsabilidad, pero le hacen comprender que su deber es quedarse porque aún puede ser útil en este puesto y éste es el mayor sacrificio que va a hacer en su vida, porque es en aquel momento cuando empieza la tragedia de Albert Lebrun.

Es ahora presidente de la República, en un país que no está listo a hacer la guerra, un país que no tiene ganas de hacer la guerra, un país que no cree en la guerra, que sencillamente va a encontrar a medida que pasan los años quizá un nuevo valor y una nueva convicción pero que, en 1939, no los tenía; los que han sido testigos en 1914 del entusiasmo de los franceses, que gritaban a sus tropas en Verdun “Hay que retomar Alsacia y Lorena”, ven irse al frente a unos hombres resignados que ni son acompañados a las estaciones; ya se siente que no es un ejército que quiere luchar y que ha perdido el sentido de la Nación y el sentido de la defensa de la patria. Habrá la “drôle de guerre” (guerra curiosa), no pasará nada, llega el mes de mayo, la ofensiva alemana, en dos meses los alemanes habrán ocupado a Francia. Y el Gobierno va a encontrarse con las instituciones en Burdeos y allí recordaré que, durante esos dos meses, ciento veinte mil soldados franceses lucharon para retrasar el avance alemán, en los puentes, cada vez que había posibilidades de nudos de comunicación, los franceses luchan para retrasar de un día, de dos días porque esperan que Francia va a recobrarse y que va avanzar, pero no hay nada que hacer, el avance alemán es terrible, y el Gobierno se halla ante una elección, o pedir el armisticio o irse al África del Norte para seguir el combate. El Gobierno discute durante tres a cuatro días, se interroga, hay una mayoría por el armisticio porque saben que los franceses están agotados, Francia está ocupada enteramente, y que no ven cómo volver a empezar la guerra en África del Norte donde no hay fábricas, ni infraestructuras, ni prácticamente ejército, y sencillamente un Parlamento e instituciones; algunos tienen miedo en aquellos momentos que los alemanes prosigan su esfuerzo y vayan a ocupar el África del Norte, en lugar de intentar luchar en Inglaterra. El presidente Lebrun es partidario de la resistencia, pero es minoritario con el jefe de gobierno Paul Reynaud. Paul Reynaud dimite, el mariscal Pétain es nombrado jefe del Gobierno, y va a tener lugar un embrollo administrativo increíble que sólo los juristas franceses podían inventar. Tenemos una Constitución, la de la Tercera República, que es válida, el presidente es elegido hasta el mes de febrero del 46, es presidente de la República, y se va a inventar una reforma institucional que va a permitir al mariscal Pétain ser jefe de Estado, mientras que no se toca al destino del presidente de la República. Es la primera vez en nuestra historia constitucional que hay a la vez un presidente de la República elegido regularmente en el cuadro de una Constitución que es aún válida y, por una ley constitucional votada por este Parlamento, tenemos al mismo tiempo a un jefe de gobierno que tiene una parte de los poderes del presidente de la República y, en otros campos, poderes más importantes. ¿Qué podía hacer el presidente de la República? ¿dimitir? Tiene la impresión que sufriría la función del presidente de la República; se negará a dimitir y se irá con mucha dignidad a instalarse a Vizille, pequeña ciudad de Isère, cerca de Lyon. En Vizille, es aislado, ignorado, los italianos, que ocuparon una parte de la región, vendrán a vigilar su casa, cuando los alemanes se acercan a la ocupación de la segunda parte de lo que se llamaba la zona libre, el presidente recibe al general italiano que le dice: “Cuidado, Señor Presidente, lps alemanes llegan, no podemos garantiza su seguridad. El presidente decide, esta vez también, quedarse. En un primer tiempo, las cosas siguen normalmente y un día los alemanes lo cogen, lo llevan a Alemania, donde va a encontrar en un castillo a casi todos los jefes históricos de la Tercera República que están reunidos allí. Va a quedarse algún tiempo pero los alemanes se dan cuenta que detener a un presidente de la República es mucho más delicado que liberarlo; lo enviarán de nuevo a Vizille donde vivirá hasta el final de la guerra con el pesar de ver a un país no sólo vencido, humillado y que va a intentar luchar para conquistar de nuevo una posición entre las naciones cuando sigue siendo en derecho presidente de la República sin poder y sin medios.

Tragedia del presidente Albert Lebrun. Con la Liberación, vuelve a París, va a ver al general de Gaulle y allí sigue siendo oficialmente presidente de la República, la Tercera república continúa hasta el mes de febrero del 46, la Constitución de la Cuarta República aún no ha sido imaginada ni decidida ya que de Gaulle, ante los proyectos que se hacen, se marchará. No le consultan. El presidente de la República y Charles de Gaulle conversan: explica al presidente lo que les he contado en términos rápidos, sus dramas, esta incapcidad en la que estaba de decidir, esta incapacidad de dirigirse al país, esta incapacidad de decir al presidente del consejo: “Éste es el cuadro, éstas las direcciones hacia las que orientarse”, esta incapacidad también de disolver el Parlamento cuando aún era a tiempo. Todo esto será modificado en la Constitución de la Quinta República y por su actitud quizá habrá dado la imagen de lo que no debía repetirse en las instituciones futuras, va a terminar su vida con la inmensa sencillez que era el signo de su inicio en la vida. No actúa como un hombre que podría hablar, aún es presidente de la República, será un ex presidente de la República y cuatro años después morirá en nuestro distrito, bulevar de Beauséjour donde ahora una lápida recuerda su nombre y la vida que tuvo.

He aquí, en resumen, la vida de un hombre honesto, de un gran servidor del Estado, de un hombre que entró en la tormenta, que en muchas ocasiones tuvo que elegir un destino que era el destino de Francia. Fue atacado violentamente en ciertos momentos; es tan fácil: los franceses tienen esta costumbre de encontrar a un responsable, de designar del dedo a un culpable y, como los políticos, desgraciadamente, se las arreglan entre ellos para hacer olvidar sus propios errores, es tan bueno rechazar los errores hacia otro que tiene el valor y la dignidad del silencio y del respeto de su función. Entonces, creo sencillamente que puede esperar el juicio sereno de la Historia, porque la Historia siempre es escrita por los vivos y los vencedores, pero un día vendrá en el que la Historia hablará de Albert Lebrun en términos justos, que merece, y escribirá el papel que desempeñó en nuestra historia a la altura de sus ambiciones aunque no pudo realizarlas.

He aquí lo que queríamos en esta Sociedad histórica: al evocar su memoria, damos una contribución a esta búsqueda y pienso en lo que un día los historiadores dirán de él.

Discurso de Eric Freysselinard

Señor Ministro, Señoras, Señores,

Señor Ministro, es muy difícil hablar después de Usted, es Ud un maravilloso narrador y ha mostrado, muy justamente, cuales eran las líneas de la carrera de mi bisabuelo Albert Lebrun. Creo en efecto que el destino y el sentido del deber son quizá dos de las principales expresiones que podrían caracterizar su carrera.

Muchísimas gracias por haber organizado esta recepción, de verdad gracias de todo corazón por esta propuesta espontánea, toda mi familia que pudo venir aquí se asocia a estos agradecimientos. Agradezco también al Sr Lanzemberg con quien hablé numerosas veces por teléfono para preparar esta pequeña ceremonia.

Soy muy feliz pues hoy que este proyecto que había lanzado yo hace varios años pueda realizarse, con la instalación de esta lápida en París, bulevar Beauséjour, mientras, coincidencia, que otra lápida será puesta en Vizille, proyecto que había lanzado también hace unos años y que se realizará el 28 de junio.

Este distrito, que también conoció a Clemenceau, que conoció a muchos hombres famosos, le toca ahora honorar la memoria de Albert Lebrun que vivió unos años bulevar Beauséjour, Ud lo ha dicho. Vivió también calle de Commaille en París; por supuesto, estaba muy ligado con sus raíces lorenas y no perdía nunca el contacto de todos modos con su circunscripción electoral.

Hoy, es para mí la ocasión de rendir homenaje a mis bisabuelos, a los que no conocí, que se llamaban Alb y Margot, cuando se escribían, a sus hijos, es decir a mis abuelos, Jean et Marie Freysselinard, a los que quería mucho, mi abuela defendía siempre a Albert Lebrun, ella escribía mucho, saludar la memoria de Jean Lebrun y de su mujer, que conocí, Tía Bernadette, y luego decir unas palabras para François Albert-Lebrun que me había animado muy cálidamente a tomar este camino cuando se lo había comentado hace unos años.

Es verdad, la Historia, Ud lo ha dicho, la Historia puede modificar su juicio. Es verdad que a corto plazo simplifica y pues caricaturiza. Juzga en función del tiempo presente y siempre es muy difícil. Albert Lebrun personifcó la Tercera República ya que era su último presidente, pero no por eso era él la Tercera República; fue uno de los hombres eminentes de esta República. Las investigaciones que pude llevar a cabo gracias a diferentes partes de la familia que me prestaron sus archivos (también fui a Aix-en-Provence — archivos de ultramar, a París), me permiten poo a poco avanzar en el conocimento de mi bisabuelo y realicé este pequeño documento que han visto a la entrada; sólo son unas pistas.

Es en efecto un alumno brillante, no voy a retomar los elementos que Ud presentó tan bien : 27 años, consejero general, 29 años, diputado más joven de Francia, presidente del consejo general a los 35 años, ministro a los 40, son títulos impresionantes. A cada elección, no sólo es reelegido (no perdió ninguna elección en su vida), pero siempre es reelegido con un porcentaje muy superior de votos que alcanza casi la unanimidad al final.

Y sin embargo, ¿era él un político ? Es la pregunta que me hago cuando veo su carrera: ¿era él un político? Yo tengo la impresión que era más aún un ingeniero y un economista. Su mujer y su hija decían: “Hubiera podido ser un gran ingeniero general de minas si no se hubiera lanzado a la carrera política”, casi como arrepitiéndose. En 1948, dos años antes de su muerte, hace una gran conferencia sobre cincuenta años de siderurgia lorena. Diría pues: era un ingeniero, un economista y, por encima de todo, un loreno.

Y todos los tiempos fuertes de su carrera, que Ud recordó muy bien, lo muestran: ministro de colonias, después, durante todo el período entre las dos guerras, gran especialista de las colonias, leo en esos momentos decenas de artículos sobre las colonias en los años 20, en los años 30; las colonias, no es sólo esta paréntesis durante la cual fue ministro dos años bajo tres gobiernos, dos años, era excepcional en la época, había ministros que se quedaban un mes, dos años ministro de colonias, referente; y tierras que recorrió, fue al Senegal, al Malí, en otros lugares, amó profundamente esas tierras y los pueblos de las colonias, aunque hoy naturalmente las vemos con una mirada diferente. En aquella época, impulsó a la mecanización, porque había muchos muertos, para que las obras tengan un mejor rendimiento, y que las personas sean salvaguardadas. Después, minstro del bloqueo, es el ingeniero y el ecomista, toda la reconstrucción del norte del país, y se da a esta tarea con pasión durante meses. Presidente de la Caja de amortización, Poincaré, el franco fuerte, una deuda a corto plazo que hay que comprar progresivamente a partir de los ingresos del tabaco, es lo que se llama la Caja de amortización, está garantizada por la Constitución, es presidente de esta caja, Poincaré era su amigo, y le da esta misión; es todo un éxito.

Finalmente, la presidencia de la República, creo que la presidencia de la República, primero, Albert Lebrun no la buscó, no buscó nunca nada, todo le fue dado, rechazó varios puestos de ministro; para otros puestos, como ministro de guerra, fue necesario que Poincaré le convoque literalmente en el Elíseo para pedirle ser ministro de guerra. Asimismo, en el 39, no quería volver a presentarse. Presidente de la República, es la señal del destino, pero estoy convencido que no es la característica principal de su carrera aunque es la que más concocemos porque claro es la más visible, pienso en todo caso, y esto mi abuela me lo decía siempre, que no es el período que más le gustó, primero, no era sensible a la pompa, a los aplausos, seguía muy simple, y encontró momentos tan difíciles como Ud lo decía: la crisis de 1929, todos los escándalos de aquellos años, la jornada insurreccional del 6 de febrero de 1934, donde llamó como presidente del gobierno a Doumergue para restablecer la calma, el Frente popular, visto con alegría por algunos, pero que él tuvo que soportar: dice que firma los textos con mucha pena pero que los firma, está en la obligación de firmarlos porque no quiere dimitir; finalemente, es una ‘cohabitación’ antes de hora, que aceptó. Y después, sobre todo, está la subida del nazismo, y para un loreno como él, era terrible. En su juventud, había conocido las exacciones alemanas. Creo que no tenía ningún espírutu de venganza, pero quería que Alemania pague para que Francia pueda ser reconstruida, y los americanos y mucha gente no quería que Alemania pague, en un cálculo que se puede comprender ahora, para apaciguar las tensiones. Resultado: Hitler se reforzó, no pagó y fue muy fuerte en 1940. Creo que esta actitud era incompatible con el sentido de la rectitud, el respeto de la palabra dada que animaba profundamente a Albert Lebrun; no era posible para él que la palabra dada y el tratado no sean respetados.

Era un moderado, un republicano. Era progresista. Decían que era de izquierdas en Meurthe-et-Moselle y de derecha en París. Hay algunos errores por cierto que están en los manuales: no era masón, era practicante, si no, su mujer no se hubiera casado con él; en los cuadernos de Marguerite, dice ella: “Tengo mucho miedo porque hace política, debe ser masón.” Se informa bien y no, es practicante y le da un rosario. Hay que precisar que era practicante como lo eran los hombres en aquella época. Y después fue presidente de la República, no quería mostrarse demasiado en aquella época; entonces, en unos momentos, iba a misa, en Mercy me lo han contado. Sé que en Vizille no iba. Fue atacado con mucha violencia por los católicos porque votó la ley de separación de la Iglesia y el Estado pero no votó las disposiciones más represivas. Estoy leyendo los documentos de 1900 porque, ya desde 1900, los debates empiezan en el Parlamento y sistemáticamente está en el campo de los que se niegan a votar las disposiciones más represivas.

¿Qué decir de él ? Era un hombre de una gran bondad y que era muy justo. Y en una época de violencia y, diría, de corrupción que era bastante común auqnue no hay que generalizar, por su moderación, los consejos dados a uno y otro, sin duda hizo mucho para apaciguar las tensiones.

1940 llega y la derrota, estoy seguro, lo afecta profundamente. Ud lo dijo, quería irse al África del Norte con otros; se lo impidieron; Laval entra en su habitación, abre su maleta, echa sus cosas al suelo, miente, y por un subterfugio hace creer a todos que el viaje está anulado; Laval es un tramposo muy hábil, que lo comenta todo en los pasillos. Y después esto lleva al voto de los plenos poderes y lo que yo quisiera decir aquí es que, los plenos poderes a Pétain, Albert Lebrun no estaba allí cuando tuvo lugar el voto, así que no los votó, no tenía derecho a asistir al voto; en cambio, hubo seiscientos políticos que los votaron, aunque hay que decir que no era infamante porque en aquella época Robert Schumann, Coty, muchos hombres los votaron. Creo que a la derecha unos los votaron por debilidad ante Laval, otros, estoy seguro de ello, con la esperanza de que Pétain pueda por fin enderezar las cosas después de una Tercera República que había sido corrupta. A la izquierda, incluso gente como Blum no dijo nada, se calló. Así que verdaderamente es toda la clase política que se reunió y votó los plenos poderes a Pétain. El resultado, es que Albert Lebrun, a quien por cierto no se le reprochó nunca el voto de los plenos poderes, pasó a ser sin embargo de cierto modo, la personifación, es normal, de una República que se acababa, muy criticada, muy débil, perso ¿qué se hizo después de la guerra? Se creó una Cuarta República, tan débil que los gobiernos cambiaban todo el tiempo, que duró apenas once años, y que fue necesario, como saben, con Coty y de Gaulle, cambiar sin tardar.

En 1945, es, no diría pobre, pero no tiene pensión de presidente de la República, lo vemos luchar en sus correos par reclamar su pensión, he leído estos correos, es patético, tenía dinero, vivía bulevar Beauséjour, pero su acta de suceción muestra que sólo poseía su casa de Mercy-le-Haut. No acumuló fortuna, no se aprovechó de todos esos años, incluso hizo perder dinero a mi abuelo ; éste estaba todavía furioso años después; porque un día mi abuelo le dice: “—Pero toda la prensa dice que, ya no sé lo que era, unos títulos..., es verdad?, tengo que vender yo también? —No, no, no, es falso, la prensa miente.”. De todos modos, tenía un principio, cuando le daban una información, decía siempre: “¿Está en el periódico? Entonces, no es verdad”. Así que dice: “No, no, no”. Y mi abuelo, aunque desconfiado, esta vez se fía, lo escucha y por supuesto que Albert Lebrun le había mentido, porque lo sabía perfectamente y no quería que se diga que su yerno se había aprovechado de la situación y mi abuelo perdió mucho dinero y lo recordó mucho tiempo.

Para concluir, diré sencillamente que finalmente si pudiera yo reprocharle algo, como bisnieto, y muchos descendientes de la famlia están aquí, diría que era su gran modestia. Era modesto, siempre tenía la impersión que no estaba a la altura y sobre todo no se puso en valor, su libro Testimonio es muy pequeño. Hubo otros hombres célebres, ilustres, que aumentaron su papel, el papel heroico que desempeñaron, y no Albert Lebrun. Decía él: “La Historia juzgará; no vale la pena querer entrometerse, yo no hago nada.”

Tuvo una carrera excepcional. Se fue con el sentimiento del deber cumplido, hizo mucho por Francia y hoy en la familia estamos todos muy orgullosos de tenerlo.

Muchas gracias de nuevo, Señor Ministro, de la oportunidad que nos ha dado de reunirnos en torno a su memoria.