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Reseña sobre Albert Lebrun

Una juventud lorena

Albert Lebrun nació el 29 de agosto de 1871 en Mercy-le-Haut, pequeño pueblo loreno, cerca de la frontera alemana, un año después de la derrota de Sedan. Por poco, por unos kilómeteros, habría podido nacer alemán. Esta proximidad con Alemania le marcará toda su vida. Durante su infancia, le contaban a menudo historias de la ocupación por los alemanes de la casa Lebrun durante la guerra de 1870 así como las atrocidades cometidas en el pueblo. Albert Lebrun escribía: “Estábamos entonces bajo el régimen de la ocupación alemana esperando que Francia pueda ejecutar las cláusulas del trato injusto; mi pequeño pueblo estaba lleno de esos soldados, llenos de orgullo después de sus victorias, de modo que mi mirada de niño despertó a la vida sobre un espectáculo de infinita tristeza.” (discurso de 12 de enero de 1919 en la sociedad Erckmann-Chatrian en Nancy).

Su padre, Ernest, hombre recto pero exigente, que no lo besaba nunca y no le felicitaba, era alcalde del pueblo. Quizá haya que ver aquí el origen del carácter de Albert Lebrun que reunía un deseo evidente de éxito y al mismo tiempo una modestia demasiado grande. Reservado y tímido, Albert Lebrun era un trabajador rigoroso, cuya inteligencia impresionaba a los que se acercaban a él; era también de una gran bondad y de una sorprendente sencillez. “Demasiado impecable”, según uno de sus contemporáneos, Albert Lebrun era sobre todo de una honradez perfecta, que sorprendía en una época de compromisiones.

Simple campesino, pero más acomodado de lo que se dijo, su padre, Ernest Lebrun, vivía en una gran casa conocida por sus veintiocho ventanas y poseía una finca de 80 hectáreas con unos veinte obreros. Albert, hijo primogénito, había de retomar la finca y, hasta la edad de 14 años, ayudó a los trabajos del campo. Pero es Gabriel, su hijo menor, al que vemos con Albert en la foto, quien tomará la finca. Porque muy pronto, el maestro se dio cuenta de la inteligencia de Albert, en la única clase del municipio que reunía a cuarenta y cinco alumnos. Propone, en 1883 (Albert tiene doce años), que prosiga sus estudios en el instituto de Nancy. ¡Su padre lleva el escrúpulo hasta negarse a pedir una beca, temiendo que se le acuse de beneficiarse de favores! Es su tía, Elise Navel, cuyo carácter determinado era legendario, quien decide pagarle los estudios. Albert, después de estudiar el latín con el cura del pueblo, pasa a ser en unos meses uno de los mejores elementos del instituto. Está dotado de una memoria prodigiosa y se sabe de memoria tablas enteras de logaritmos. Sus hojas de examen, conservadas por la famlia, muestran que era excelente en ciencias, en latín e idiomas, en historia; pero ¡se le reprocha una falta de imaginación y creatividad en sus redacciones de francés!

Después de un año de matemáticas especiales, entra entre los últimos en la escuela politécnica en 1890. Desilusionado por su rango de admisión, redacta una carta de dimisión bajo los consejos del director de la escuela de preparación. Pero su camarada de habitación desgarra la carta. La continuación le da la razón: Albert sale primero de la escuela así como de la escuela de las minas. Otros dos presidentes de la República fueron antiguos almunos de la escuela politécnica: Sadi Carnot y Giscard d’Estaing.

Ingeniero de las minas en Vesoul y después en Nancy, se apasiona por las cuestiones siderúrgicas. Enseñó durante muchos años en la escuela de altos estudios comerciales (HEC) y pronunció aún una conferencia sobre este tema seis años antes de su muerte.

En 1902, a los 31 años, se casa con Marguerite Nivoit, oriunda de los Ardennes y de Lorraine, hija del director de la escuela de las minas. Marguerite hizo estudios avanzados, habla corrientemente inglés y alemán, toca piano, pinta y esculta. Viajó un poco. Le gustan el teatro, el cine y la fotografía, el tenis e incluso la gimnasia. Le gusta también bailar y rechazó a numerosos pretendientes antes de decidirse a casarse con Albert. Conocemos sus gustos y ocupacines por la lectura de su Diario, que escribió fielmente cada día desde la edad de catorce años hasta su muerte. Católica practicante, una fe profunda dirige todos sus actos e inspira muchas páginas de instropección de su Diario, verdadero testimonio espiritual por momentos. Antes de casarse, Poincaré le alaba a su novio en estos términos: « Uno no puede impedirse quererle, aunque no sea de su partido, y con su inteligencia abierta y práctica llegará a los más altos destinos »... Albert y Marguerite tendrán dos hijos, Jean y Marie, nacidos en 1902 y 1904.

En el parque del castillo de Rambouillet

     Albert Lebrun, diputado más joven de Francia

Alfred Mézières, diputado de Briey, profesor en la Sorbona y miembro de la Academia francesa, le incita a lanzarse en política. Acompañado de su padre, Albert visita a los electores del cantón; su padre conduce el coche con el caballo y muchos electores creen que es él, ya alcalde de Mercy, que se presenta a la elección (después, su mujer y luego su hija tomaron el volante de los vehículos a motor: ¡Albert nunca tuvo el tiempo de presentarse al permiso de conducir!) A los 27 años, pasa a ser consejero general y luego a los 29, el diputado más joven de Francia antes de ser a los 35 años y por veintiséis años, hasta su ascensión al Elíseo, presidente del consejo general de Meurthe-et-Moselle.

El aspecto partidario de la política no le apasionaba, pero le gustaba estudiar las cuestiones técnicas ; hizo mucho por su región, desarrollando la industria y los transportes. Toda su vida, conservó su afición a las cuestiones coloniales que permitían al ingeniero y al economista, que seguía siendo profundamente, interesarse al crecimiento de esos países.

Contra lo que afirman muchas reseñas biográficas, Albert Lebrun no pertenecía a la “izquierda democrática”, movimiento moderado pero masón. Se adhiere a un movimiento próximo, el partido republicano, defensor de la República moderada, pero no es anticlerical. Católico practicante, Albert Lebrun vota la ley sobre las asociaciones y congregaciones de 1901 y la ley de separación de la Igleisia y el Estado de 1905, provocando la ira de los medios católicos consevadores, pero se niega a votar las medidas más represivas de los dos textos de ley. No aceptará, a pesar de demandas reiteradas, tomar la cabeza del partido republicano y se quedará siempre fuera de las luchas partidarias. En el consejo general de Meurthe-et-Moselle, repartido entre republicanos de izquierdas y radicales, por un lado, y republicanos de derecha y conservadores, por otro, pertenece al primer grupo.

Clasificado más bien a la derecha en París, es considerado como de izquierdas en su querida Lorena, donde se enfrenta con el industrial Wendel. Muy estimado en su región, es reelegido con un número creciente de votos a todas las elecciones. A lo largo de su carrera, se acerca cada vez más de la derecha moderada, sin mostrar la menor estima por los moviementos extremistas que nacen en los años 30.

De una modestia extrema, rechaza varios puestos ministeriales, al estimar que no tiene las capacidades para ocuparlos ; parece que no buscó nunca nuevas funciones para sí, pero que su inteligencia elevada, su conocimiento de las políticas, su ponderación conducían sus contemporáneos a ofrecérselas. Ocupa la mayor parte de las altas funciones en la Cámara de los diputados y, después de 1919, en el Senado; ponente y president de la mayoría de las comisiones (presupuesto, ejército, obras públicas,...), es un personaje clave de la vida parlamentaria. En aquella época, el ‘parlamentarismo racionalizado’ de la Quinta República aún no ha sido inventado: ningún texto puede ser presentado en el Parlamento sin el acuerdo de los presidentes de comisión competentes; contra lo que pasa hoy día, ningún texto puede ser adoptado si no tiene el acuerdo de la Cámara de los diputados pero también del Senado; ningún Goberno puede quedar en función si no recoge el acuerdo de las dos cámaras.

Un ingeniero y un economista, apasionado por el desarrollo de las colonias

A los 40 años, acepta ser ministro de colonias, puesto que ocupará bajo tres gobiernos sucesivos (Caillaux, Poincaré, Doumergue) durante dos años, período excepcionalmente largo para la época. Su moderación le ayudará a solucionar la crisis de Agadir en la que los alemanes atraen a Francia. El intercambio de unas tierras del Camerún alemán (el ‘pico de pato’) contra unas tierras francesas del Congo permite obtener como contrapartida una mayor libertad de movimiento en Marruecos. Este acuerdo fuertemente denunciado por la prensa alemana pero también une parte de los parlamentarios franceses. Resiste la presión con el apoyo de Caillaux, presidente del consejo, y de su amigo Poincaré, que iba a ser, en 1913, presidente de la República. Es también, durante este mismo año 1913, ministro de guerra, y después vicepresidente de la Cámara de los diputados, antes de volver a las colonias al final del año.

Toda su vida, Albert Lebrun se interesará con pasión por las colonias y será uno de los especialistas entre las dos guerras, siendo durante muchos años ponente general del presupuesto de las colonias en el Senado. Firma los prólogos de una decena de libros y escribe un gran número de artículos en revistas especializadas, ¡tanto sobre las relaciones telegráficas con las colonias como sobre el estatuto de la magistratura colonial, el caucho o el yute, el puerto de Dakar, la fiebre amarilla en Senegal, los servicios penitenciarios en Guyana o también la situación financiera de Indochina! Pide en particular en sus papeles un gran empréstito para relanzar la producción en las colonias después de la guerra de 1914-18 y pide un reforzamiento de las herramientas, o sea la mecanización, para mejorar la productividad y reducir el cansancio y la mortalidad de los obreros. Varias veces viaja al África del Norte y a Dakar, ciudad a la que se llega en la época con siete días de barco.

En unas palabras, Albert Lebrun recuerda los objetivos de la colonización como se concebía en aquel entonces : « Respetar en el indígena su personalidad y sus tradiciones para hacerlo evolucinar poco a poco en las vías de la civilización sin romper brutalmente en él las relaciones con un pasado con el que está muy próximo; substraerlo, gracias a los progresos de la ciencia médica, a esas terribles enfermedades a las que desde milenios paga un temible tributo; elevarlo poco a poco en la escala de los seres, trayéndole los beneficios de la instrucción; dotar su país de unas herramientas económicas que facilitan su propia labor y muliplican los resultados; renovar sus procedimientos de cultivo, para permitirle primero comer a su antojo y después mejorar su nivel de vida. » (Albert Lebrun, « Organización defensiva de las colonias », La marche de Francia, marzo de 1928).

« La guerra tiene como efecto seguro de llevar al público francés a comprender, mucho más que por el pasado, el papel considerable que las colonias puden desempeñar en nuestra economía nacional. Hasta el grans trastorno de 1914, nuestro imperio colonial aparecía a los ojos de muchos como un sector inmenso donde una obra política y social debía hacerse, como un campo de expansión considerable para nuestra potencia material y moral; se veía menos la relación muy estrecha que puede y debe efectviamente unir la metrópli con sus colonias en el campo económico. Durante la guerra, por lo contrario, cuando hubo que utilizar todos los recursos nacionales, nos dimos cuenta de las riquezas inagotables que contenían nuestras colonias, y un movimiento se hizo sin oposición en esos momentos entre el público francés a favor de nuestras posesiones de ultramar. Este movimiento se tradujo por un interés creciente para las enmpresas comerciales, industriales y financieras susceptibles de desarrollarse en esos lejanos países donde nuestra Administración había realizado desde hacía treinta años una obra admirable aunque a menudo desconocida. »

Prólogo de Albert Lebrun a Le rôle du capital dans la mise en valeur de l’Indochine,

H. Simoni, Ed. Helms, París 1929.

De Verdun al ministerio del bloqueo

En junio de 1914, deja el Gobierno y con la declaración de la guerra, mientras sigue siendo diputado, va al frente como comandante de artillería a Verdun. Las libretas que redacta cada día nos lo muestran inspectando baterías, realizando ensayos en Le Creusot, y al mismo tiempo haciendo idas y vueltas con la Cámara de los diputados en París a la que sigue perteneciendo. Come regularmente con el subprefecto de Briey (Meurthe-et-Moselle), André Magre, que le informa sobre su circunscripción electoral. Magre, que pronto será su amigo, le seguirá en sucesivos puestos, como prefecto de Meurthe-et-Moselle, director de gabinete del presidente du Senado y después secretario general de la presidencia de la República en 1932. Durante este período, Albert visita regularmente a caballo a su hermano Gabriel, simple suboficial en el fuerte de Douaumont. En diciembre de 1915, las necesidades de la vida parlamenteria lo llevan de nuevo a París.

La firmeza del derecho frente a Alemania

Entre las dos guerras, el discurso de Albert Lebrun sobre Alemania es claro : aunque sufrió como loreno de los excesos alemanes, no llama nunca a la venganza. Moderado en su discurso, pide que Alemania pague las indemnidades que el tratado de paz le impuso. « Después de los sufrimientos increíbles de la guerra, no se puede, sin una grave injusticia, limitar el derecho de salvaguardia »  de Francia, escribe: el derecho exige que Alemania respete sus compromisos, mientras que los ingleses y los americanos no dejan de reducir las deudas alemanas. « Una guerra agresiva es un crimen contra la humanidad y [...] los conflictos deben solucionarse a base del derecho y por medios pacíficos »  añade. Albert Lebrun representa a Francia a partir de 1923 en la Sociedad de las Naciones, antecesor de la ONU, y conoce las debilidades del ‘gobierno del mundo’ que se intenta crear en aquel entonces. Pero al mismo tiempo como muchos de sus contemporáneos, teme ante todo la guerra que lo marcó durante su juventud: « La lección de las tumbas [...] nos enseña que la guerra trae siempre horrores y cataclismos, que es nefasta y odiosa, y que pertenece a todos los hombres de buena voluntad de prohibirla par siempre [...]. Es con ese objetivo que los gobiernos de Gran Bretaña y Francia hicieron conocer hace poco por una declaración común su deseo de proceder a partir de ahora con franqueza a discusiones sobre las cuestionales relativas al régimen europeo. Al mismo tiempo, expresaban el firme deseo de ver que todos los otros gobiernos de Europa se unan a ellos para adoptar un procedimiento que, inspirándose plenamente en el espíritu de la Sociedad de las Naciones, debe dar a cada miembro de la comunidad europea la certidumbre de ser consultado en todos sus derechos convencionales. »

En 1917, Poincaré confía el Gobierno a Clemenceau que nombra un ministro del bloqueo que pronto cae enfermo y dimite. Llama entonces a Lebrun que empieza por negarse y se deja convencer bajo la insistencia de Poincaré que lo convoca en el Elíseo. Se trata de organizar el bloqueo de Alemania y, después del fin de la guerra, reconstruir las regiones destruidas, dos puestos que corresponden perfectamente una vez más a su formación de ingeniero. Pero, en noviembre de 1919, Clemenceau le reprocha públicamente haver escogido sobre su lista electoral en Meurthe-et-Moselle a Louis Marin, que se había negado a votar el tratado de Versalles ; ante la perspectiva de retirar a ese político loreno de su lista, Lebrun prefiere dimitir y deja el gobierno. La prensa se desencadena entonces contra la tiranía de Clemenceau.

Senador a partir de 1919, después de la muerte de Alfred Mézières cuyo escaño de diputado ya había tomado, ocupa el puesto importante de presidente de la comisión del ejéricto del Senado de 1922 a 1931, y después el de vicepresidente (1929) y de presidente (1931) de la comisión de finanzas. De 1921 a 1926, es presidente del consejo de administración de la Oficina nacional de los mutilados y reformados de guerra.

La caja de amortización

En 1926, ya vicepresidente del Senado, es nombrado por Poincaré presidente de la caja de amortización. Esta institución, por la creación de impuestos sobre el tabaco, va a lograr en unos años amortizar la deuda del país y consolidar el franco fuerte de Poincaré. Albert Lebrun desempeña un papel central, a la vez en la mejora de las técnicas de producción y comercialización del tabaco y en la dirección de la caja, para sanear las finanzas del país.

Deja estas funciones en 1931 para reemplazar, en la presidencia del Senado, a Paul Doumer que acaba de ser elegido presidente de la República. Ya había pendsado presentarse en 1927 pero había renunciado a favor de Doumer. Será una de las pocas elecciones difíciles para él; despué de varios escrutinios, es elegido con 147 votos contra 139 a Jeanneney, que pasará a ser a su vez presidente del Senado en 1932. Accede así a lo que es, en aquella época, uno de los puestos más importantes de la República y que permitió ya a varios titulares llegar a la cabeza del Estado.

La presidencia de la República, cumbre de una carrera ya muy rica

Pero, unos meses después, Doumer es asesinado por el terrorista ruso Gorguloff. Los diputados y los senadores se reúnen en Versalles, como lo querían las leyes constitucionales de  1875, para elegir a su sucesor. Es el presidente del Senado, Albert Lebrun, quien preside la sesión... Pero, mientras que las elecciones legislativas acababan de dar la victoria a la izquierda, son los diputados de la legislatura que se termina, cuyo mandato todavía no ha terminado, que se dirigen a Versalles con los senadores. A los 61 años, Albert Lebrun es elegido con una amplia mayoría (81 %), el 10 de mayo de 1932, presidente de la República.

Bajo la Tercera República, el jefe del Estado no tiene los mismo poderes que hoy. Muy conocido de la opinión pública, las fotos de su familia llenan los periódicos populares. Es él quien nombra al presidente del consejo, lo que, según la mayorías políticas, puede dejarle un verdadero margen de decisión. Los gobiernos se suceden con mucha velocidad en este fin de reino y Lebrun nombrará en total a veinte presidentes del consejo, con los mismos hombres que vuelven varias veces al poder (en particular, Herriot, Daladier, Sarraut, Chautemps, Doumergue, Flandin, Laval, Blum, Reynaud y Pétain). El presidente de la República preside el consejo de ministros al que puede imponer su influencia y tiene numerosas entrevistas con los políticos del país  pero el poder político pertenece al  presidente du consejo, jefe de la mayoría y responsable ante las dos cámaras muy potentes. Todos los actos del presidente de la República deben ser refrendados por un ministro. Su capacidad de influencia es limitada, porque la práctica le niega incluso los poderes que tiene de la Constitución. Después de la dimisión forzada de Mac Mahon en 1877, ningún otro presidente se atrevió a usar su derecho de disolución de la Cámara de los diputados ; en 1924, Millerand, que había intervenido de modo partidario en la batalla electoral, es a su vez llevado a la dimisión.

Empieza entonces el mandato de todos los peligros. Los gobiernos se suceden. Los excesos del parlamentarismo, que llevan a los parlamentarios a derrocar al gobierno con la esperanza de pasar a ser ministros y que hacen que sea difícil tomar decisiones impopulares, los escándalos políticofinancieros muestran que el fin del régimen está cercano. Algunos políticos como Tardieu intentan sin éxito reformar las instituciones ; Lebrun que critica la debilidad de los poderes del jefe de Estado, comparte sus ideas.

Los efectos de la crisis de 1929 se hacen sentir, la subida del nazismo conduce a Hitler al poder en enero de 1933, los escándalos se multiplican (Stavisky,…) ; las ligas facciosas intentan derrocar la República el 6 de febrero de 1934. Lebrun llama entonces a la presidencia del consejo al ‘sabio de Tournefeuille’, el antiguo presidente de la República Gaston Doumergue ; por fin, el 9 de octubre de 1934, el ministro de asuntos exteriores Louis Barthou es asesinado en Marsella con el rey Alejandro de Yougoslavia, acontecimiento que impresionará a Albert Lebrun.

Oswald Durand, que había sido director de gabinete de Albert Lebrun en el Elíseo, escribió : « La acción del Presidente Lebrun, durante esos acontecimientos, aunque poco aparente para el no especialista, fue muy eficaz. Respetó las reglas constitucionales pero defendió enérgicamente la República contra las facciones como condenó los excesos de la agitación social. Con la garantía que le daba su pasado político y la equidad de sus decisiones en consejo de ministros, desempeñó plenamente su papel presidencial. Se halló frente a problemas terribles pero consiguió solucionarlos por su cordura, su ponderación y su sentido permanente del interés nacional. »

Albert Lebrun preside numerosas inauguraciones, como en París la del Trocadero o en provincias la del inmenso cementerio militar de Douaumont o la presa de Chambon. Visita Calvados, Somme, Alsacia, Bretaña, Auvergne, Saboya y muchos otros lugares.

El año 1936, es la victoria del Frente popular en las elecciones legislativas. Lebrun, conservador y moderado, teme, como gran parte de la clase política, los disturbios de la calle. Aunque respeta escrupulosamente la Constitución, que le obliga a elegir a un presidente dentro de la mayoría política, piensa un momento que Blum podría renunciar, a su demanda, a presidir el consejo. Se resigna a escogerle y firma, contra sus opiniones, todos los grandes textos del Frente popular (« Firmo con pena pero firmo porque es mi deber », declara en el consejo de ministros). Blum declara a sus amigos que el presidente de la República le hace pensar en una gallina que incuba un huevo de pato... Hóstil a la intervención en España, pide que la cuestión sea debatida en su presencia. Pero en ningún momento intenta bloquear la acción del nuevo Gobierno. En 1938, es la anexión de Austria (anschluss) en marzo y el ‘alivio cobarde’ de Munich en septiembre : la guerra es evitada a cambio de un nuevo retroceso ante las exigencias alemanas con, en marzo de 1939, la anexión de Checoslovaquia.

Algunos momentos de felicidad durante estos siete años toman un relieve particular. El viaje a Inglaterra de Albert Lebrun y de su esposa en marzo de 1939, que responde al viaje de los soberanos británicos en París en julio de 1938, es todo un éxito : la pareja presidencial aprecia la hostilidad del rey Jorge VI y particularmente su joven mujer, que pasará a ser la Queen Mum, muerta en 2001. El bautizo, por Marguerite Lebrun, del paquebote « Normandie », el mayor del mundo, es la ocasión para la mujer del presidente, su hija Marie y su nuera Bernadette de viajar a los Estados Unidos, donde etán acogidos por los Roosevelt.

Con sus nietos en Vizille

En 1939, después de un mandato agotador, Albert Lebrun desea retirarse. Alquiló un piso en París, en el ler piso del 19, bulevar Beauséjour ; desea aprovecharse de su familia, de sus nietos. Pero unas voces se elevan para pedirle seguir presidente, para no dar a Francia el espectáculo de una querella política a unos meses de una guerra que parece cercana. Se niega varias veces pero cede ante las instancias de sus amigos y la petición, única en la Historia, de los presidentes de las dos asambleas, Herriot y Jeanneney. Negarse, ¿no será una deserción? Le dicen : « Ud será el presidente de la guerra. » Responde: « Creo que por eso voy a  aceptar ». Es reelegido, casi sin competidor, a la presidencia de la República. « Lebrun Albert sucede a Albert Lebrun » titula el Canard Enchaîné.

Pagará caro su decisión. Por espírito de sacrificio, será el presidente de la derrota, el último presidente de una República que los regímenes siguientes iban a despreciar por su debilidad. Si se hubiera retirado en 1939, habría dejado el recuerdo del presidente bueno y estimado que había sido, como Doumergue o Fallières ; habría sido el presidente de la paz.

       La derrota y la instauración del régimen de Vichy

Septiembre de 1939, la ‘curiosa guerra’ comienza, que ve los dos frentes inmovilizarse durante ocho meses, antes del ataque relámpago de Alemania que evita la línea Maginot. La derrota conduce a cambiar a los hombres. Después de la caída de Daladier, Lebrun nombra a Reynaud en marzo de 1940 en la presidencia del consejo. En mayo, Churchill llega al poder en el Reino Unido.

Ante el avance alemán, París es declarado ‘ciudad abierta’ para evitar la destrucción y las instituciones de la República deben dejar la capital para Tours, Cangé, Bordeaux, Clermont-Ferrand y después Vichy. En estas diferentes ciudades, partidarios y adversarios del armisticio se oponen. Una parte de los ministros prefiere una simple capitulación que permitiría al Gobierno retirarse al África del Norte para seguir la lucha. Es la tesis del presidente del consejo Paul Reynaud, pero también del presidente Lebrun, que tiene ahora 69 años. El subsecretario de Estado a la guerra, de Gaulle, 50 años, que acaba de ser nombrado general a título provisional para entrar en el Gobierno (pero que no asiste al consejo de ministros), es también de esta opinión; Lebrun y Reynaud lo aprecian. Pero los jefes mlitaires no queiren que el ejército sufra solo la responsabilidad de la derrota. Pétain, también miembro del Gobierno, y Weygand, que Reynaud acaba de llamar de su jubilación para nombrarlo generalísimo, en reemplazo de Gamelin, incitan al armisticio, que conduce al Gobierno, y no al ejército, a dejar el combate. Churchill quiere evitar a toda costa que la marina francesa vaya a los puertos alemanes, pero no se opone firmemente a los proyectos de armisticio del gobierno francés ; un proyecto de unión francoinglesa, propuesto por Jean Monnet, es evocado pero no se concluye. Roosevelt tarda en dar el apoyo de  los Estados Unidos dada la proximidad de las elecciones presidenciales en noviembre de 1940.

La ciudad de Vichy está llena de rumores, las facciones complotan, las tropas alemanas progresan — y falsos ruidos hacen creer que están cerca o también que les comunistas tomaron el poder en París; hombres en armas van por las calles. En esta atmósfera pesada un compromiso es hábilmente propuesto por Chautemps al consejo des ministros : ‘Pidamos al menos a Alemania sus condiciones para el armisticio y veremos’. Esta demanda, suscitada por los partidarios del armisticio, reúne a una parte de los adversarios con la esperanza de que la dureza de las condiciones, que sin duda impondrá Alemania, les hará ganar. Una mayoría aparece en este sentido el 15 de junio de 1940 (13 ó 14 votos contra 6), Reynaud dimite a pesar de que Lebrun le pide quedarse para hacer él mismo esta petición de armisticio. Reynaud se niega y le dice que se dirija a Pétain. Éste, nombrado el 16 de junio, da en seguida su lista de ministros. Albert Lebrun se sorprende de que el Gobierno ya haya sido constituido ; expresa sobre todo su reprobación de ver a Laval, al que no quiere, entre los ministros. Es posible pensar que el curso de la historia hubiera sido diferente si Reynaud hubiera aceptado quedarse para hacer una petición que hubiera sido entonces rechazada. El campo de la firmeza hubiera ganado entonces.

En lugar de esto, Pétain declara a la radio haber entrado en contacto con el adversario y llama a los franceses a dejar el combate sin incluso conocer las condiciones alemanas que aceptará en unas horas. Pétain, el vencedor de Verdun, del que se decía que había economizado la sangre de sus tropas, Pétain, el hombre ilustre, miembro de la Academia francesa (para el que el joven de Gaulle había escrito y trabajado durante años) simboliza el orden y el patriotismo franceses; a los 84 años, Pétain aparece como el último recurso para los franceses. En Londres, el 18 de junio, de Gaulle lanza el llamamiento que sería después famoso.

El 20 de junio, Laval y Pétain hacen fracasar por trampa el proyecto de salida al África del Norte del Gobierno y del presidente de la República. Sólo unos parlamentarios, que no han estado avisados a tiempo de la anulación del viaje, toman el camino de nuestras colonias norteafricanas a bordo del Massilia que será consignado a su llegada. Unos trámites son hechos acerca de Lebrun para que dimita. Su negación llevará a los partidarios de Laval a obtener de los diputados y senadores reunidos el voto de un texto consticucional que da el poder al mariscal Pétain, jefe del Estado francés, para preparar una nueva Constitución.

En el teatro del gran casino de Vichy, en un ambiente de fin de reino, las amenazas y las trampas de Laval conducen al voto del texto. Se pretende al principio que Pétain sólo será presidente del consejo, se asegura después, en el texto, que las nuevas instituciones serán aprobadas por referéndum. La función de presidente de la República va a desaparecer de hecho en el texto. El voto se obtiene a la mayoría absoluta (e incluso con cien votos más) de los presentes e incluso de los titulares de la Cámara de los diputados y del Senado, reunidos en Asamblea nacional, presidida por el presidente del Senado, Jeanneney, por 569 votos (entre los cuales hombres ilustres como Robert Schuman, Antoine Pinay o René Coty) contra 80 (esencialmente socialistas) y 17 abstenciones ; los comunistas, que habían sido destituidos de su mandato a continuación del acuerdo germanosoviético, no pueden oarticipar en el voto. Blum sale por una puerta escondida para no ser agredido.

Marguerite Lebrun en février 1940

Oswald Durand escribe : « ¿Que podía hacer [el Presidente Lebrun]? ¿Resistir? Imposible, la fuerza ya no estaba con él, sino con el Mariscal. ¿Seguir la resistencia fuera de Francia ? Era el deber, la salvación, pero [...] se lo impidieron físicamente [...]. El Presidente Lebrun preparó un mensaje al país ; la radio le fue negada por el ministro de información. [...] A pesar de sus quebrantos interiores, su conciencia era neta ; había desempeñado hasta el final el papel constitucional y puesto que las nuevas instituciones debían ser sometidas después a ratifiación popular, nada era definitivo; el mariscal Pétain iba a seguir de modo empírico e interino; por fin, la lucha no hacía más que empezar y, contra las afirmaciones renovadas de los estrategas, Hitler estaba lejos de haber ganado la guerra! El Presidente Lebrun decidió pues retirarse sencillamente, preservando el porvenir ya que no había dimitido. [...] Poniendo por encima de todo el interés de su país, no dudó en retirarse, ya que los votos lo habían decidido así, en lugar de perturbar más aún a los franceses. Su salida fue emocionante. Los miembros del gabinete los rodearon con su fidelidad y los dos se fueron, tristes y dignos, hacia el exilio. »

     Albert Lebrun en Vizille

Albert Lebrun no dimite. Apartado de su función, se retira entonces en Vizille, en casa de su yerno, Jean Freysselinard, politécnico como él, que tomó la dirección de una empresa de piedras de afilar artificiales en esta ciudad de Isère. Durante todos esos años, su salud así como la de su mujer declinan. « Sufrió mucho y su patriotismo se inquetió al ver al Gobierno de Vichy, una vez admitido el armisticio, ponerse por sus actuaciones en contradicción con la voluntad nacional y obraba como un usurpador. » (O. Durand).

Puesto en residencia vigilada por los italianos (vigilancia real pero tranquila), éstos, en el momento de dejar la región, consejan a Albert Lebrun irse porque los alemanes van a venir para reemplazarlos. Se niega a escapar y se queda en Vizille. Es entonces secuestrado rápidamente por los alemanes, en agosto de 1943, así como su amigo André François-Poncet, antiguo embajador de Francia en Alemania, que vivía cerca. Conducidos a la sede de la Gestapo a Lión, hoy día museo de la Resistencia y después a París, son llevados al castillo de Itter, en Tyrol, donde encuentran a la mayoría de los políticos de la época que Hitler había secuestrado (Reynaud, Daladier, Weygand, Borotra, Léon Jouhaux,…). Albert Lebrun cae enfermo y los médicos alemanes tienen miedo de que muera en Alemania ; Hitler decide entonces enviarlo de nuevo a Francia, después de sólo unas semanas de ausencia.

Durante todos esos años, su yerno, Jean Freysselinard, es miembro del comité de resistencia de las Fuerzas francesas del interior (FFI). Hace circular mensajes entre Vizille y París gracias a una cartera en la que desliza documentos después de que los alemanes la han cerrado con oblea. Disimula documentos en su jardín y salva a varias familias judías avisándolas de las intenciones de los alemanes. Su actividad es secreta; incluso Albert y Marguerite Lebrun lo ignoraban, preguntando a su hija por sus salidas nocturnas… Una lápida en la escuela de Vizille lo recuerda.

Los bombardeos aliados traen por fin la victoria, entrenando también la muerte de uno de los nietos de Albert Lebrun en Tournan-en-Brie, Jean-Paul, hijo pimogénito de su hijo Jean. Albert Lebrun conoce la liberación de Vizille y participa de la alegría popular. Visita al general de Gaulle, en octubre de 1944, que le agradece por los « servicios rendidos a Francia durante los largos años de su vida pública ». Es también testigo en el proceso de Pétain. Habría deseado que el poder le sea dado de nuevo (su mandato terminaba el 5 de abril de 1946) para que lo diera de nuevo al nuevo régimen y que así sea borrada la mancha de Vizille, pero no se le da satisfacción. Una Cuarta República, tan débil como la Tercera, toma el relevo por doce cortos años.

Ocupa finalmente el piso del bulevar Beauséjour en 1945, da conferencias y cuida a su mujer que tiene la enfermedad de Parkinson. Muere el 6 de marzo de 1950. Unos funerales nacionales están organizados en la catedral Nuestra Señora de París y está enterrado en el cementerio de Mercy-le-Haut. Un monumento a su gloria está elevado allí en 1959. Numerosas escuelas, colegios y calles, sobre todo en Lorena, llevan el nombre de Albert Lebrun.

Eric Freysselinard

En Mercy, con André Magre, seguidos de dos oficiales de seguridad